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CARLA VASCOT
Carta del Director
Han pasado tres años y medio desde que llegué a Sea Cliff, un pueblo histórico fundado en el siglo XIX, ubicado a una hora y quince minutos en auto desde la ciudad de Nueva York. Su arquitectura victoriana y calles evocan otra época, este lugar construido sobre un majestuoso acantilado con vista al mar se ha convertido en mi lugar para la desconexión. Tal vez sea este paisaje idílico lo que más extrañaré cuando llegue el momento de regresar a mi amado Ecuador.
Vivir a una hora y media, cerca de la ciudad que nunca duerme me ha enseñado que todo puede ser un pretexto para celebrar. He sido testigo de cómo aquí se vive cada minuto con intensidad, sin que la distancia sea un obstáculo. A pesar de su ritmo vertiginoso, siempre hay espacio para el arte, la música, los festivales gastronómicos, las bandas al aire libre, e incluso los mágicos eventos de invierno.
Nueva York me ha revelado algo esencial: no importa cuánto avance la inteligencia artificial, la búsqueda de una conexión emocional sigue siendo irrenunciable. Para mí, celebrar es un concepto atemporal. Lo hacíamos hace miles de años y lo seguimos haciendo hoy: reunirnos, encontrar a nuestro compañero de vida, a nuestra tribu… o como queramos llamarlo.
En esta edición presentó a diversos protagonistas de viajes y bodas provenientes de distintos países. Es mi forma de rendir homenaje a la diversidad que define a esta ciudad vibrante, sin perder de vista mis raíces hispanoamericanas ni la magia que tenemos para ofrecerle al mundo.